Dany Sánchez Reyes
La presente autoetnografía pretende recorrer los principales retos de lenguaje que tuvieron y aún siguen teniendo algunas de las principales iglesias incluyentes de la Ciudad de México. El lenguaje es un medio que puede matar, incluir y construir, ¿qué tipo de discursos estamos generando en las iglesias incluyentes? ¿Cómo garantizar una inclusión real en las iglesias pensadas para las diversidades sexuales y genéricas? El lenguaje tiene infinidad de prejuicios inmersos y desde estos nos comunicamos. ¿Cómo terminamos con éstos?
Mi experiencia como persona no binaria en el ámbito religioso ha sido no ser nombrade con mis pronombres, ya que no existe la sensibilidad por incluir en el discurso un lenguaje que acerque a la experiencia con lo espiritual a las personas LGBTTTIQ+[1] pues viven en el discurso solo de hermanos y algunas veces hermanas, pero dejando al hermanes fuera.
Incluso dentro de varias iglesias que se dicen incluyentes, no suelen ser partícipes de un lenguaje en el que nosotres nos sintamos cómodes. La preocupación aumenta al ser pensados como espacios por y para las diversidades sexuales y genéricas. Así, entendí que no porque se trate de espacios abiertos a las personas LGBTTTIQ+ los hace seguros para nosotres. No por ser incluyentes están al día de todas nuestras necesidades.
En los años noventas, en una de las principales iglesias incluyentes de la Ciudad de México, iba un grupo de mujeres trans. Durante la predicación el pastor habló siempre con “o”, dejando fuera del discurso a un gran número de identidades. Con enojo, una de ellas se para y dice: “¿por qué no usas hermanas? Si bien es cierto, en aquella época el lenguaje era aún más patriarcal y los avances en materia de identidades de género estaban en pañales haciendo que el “elle” fuera sólo un sueño para nosotres. Sería de esperar que hoy en día el panorama fuera diferente. No obstante, sigue habiendo infinidad de retos.
Con tristeza y decepción, en muchos momentos, las identidades trans y no binaries optamos por no entrar a esos espacios. El uso de los pronombres es uno de los muchos elementos que violentan. En adición, las predicaciones suelen tener una preocupante centralidad para las identidades gay, olvidando que las disidencias sexuales y genéricas son mucho más que esas realidades. Así, entrar en esos espacios significa una invalidación de mi propio ser y construcción. El uso apropiado de los pronombres representa nuestra existencia misma. No utilizarlo nos invisibiliza y niega nuestras existencias. Para generar iglesias y comunidades de fe más incluyentes debemos respetar nuestros pronombres. El hecho de escuchar el pronombre con cuál me identifico me hace sentir en un espacio seguro donde me están validando.
Aún falta mucho en los espacios religiosos, como trabajar para involucrar un lenguaje para todes. Si bien contrarrestar los discursos patriarcales ha sido un camino largo, ahora el reto y la resistencia es cambiar de raíz, comenzando a crear discursos y lenguajes incluyentes en los que todas, todes y todos nos sintamos partícipes.
¿Cómo garantizar una inclusión real en las iglesias pensadas para las diversidades sexuales y genéricas? Comencemos acabando con la indiferencia y reconozcamos la importancia de utilizar los pronombres apropiados dentro de nuestras iglesias. Construyamos un lenguaje de nuevos discursos desde el amor: en clave de elles. Eso haría un impacto en la forma en que construimos espacios de espiritualidad y como otres pueden interpretarla y experimentarla. Algunes la viven con culpa desde su identidad de género, pero al leer y escuchar su pronombre involucrado en los discursos religiosos puede crear otras experiencias.
¡Bienaventurades, los que levantan la voz para hacer justicia, porque de elles se hace resistencia!
¡Bienaventurades les que se visibilizan en medio del discurso moral, porque de elles se logran resistencias para cambios!
[1] Lesbianas, gays, bisexuales, travestis, transexuales, transgénero, intersexuales, queer y otras identidades disidentes de la cisheteronormatividad.