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Religión y masculinidad: una reflexión fuera de la caja

José Luis Mecatl Carmona

La sociedad es el resultado colectivo de vínculos y uniones que los individuos forjan con el objetivo de sobrevivir y trascender. Pensar en un sentido de trascendencia nos lleva irremediablemente a discutir sobre qué es trascender y cómo se logra. 

El primer nivel de conocimiento y búsqueda de la verdad nos acerca al empirismo. Mismo que descansa el conocimiento en la relación del individuo con base en su experiencia, generalmente sensorial. Luego entonces, podemos decir que el conocimiento en su primer nivel, o la búsqueda de la verdad, se encuentra en la experiencia del individuo con su entorno. Dos elementos fundamentales para definir el concepto de entorno son; tiempo y espacio. La combinación de ambos, junto con el comportamiento de los individuos de manera singular y colectiva forja el concepto de contexto. 

La influencia del contexto en el comportamiento de los individuos es una relación compleja. El contexto influye en el individuo, el cual forma colectivos al encontrar otros individuos que piensen de manera similar. Se infiere que quienes se adscriben a un nuevo colectivo influyen dentro de él y viceversa. Luego entonces, la estructura de comportamientos e identidades sociales son un vaivén de apropiaciones, imitaciones y modificaciones contextuales. 

La interacción de los individuos con su entorno comenzó con el intento de tratar de obtener certezas en la incertidumbre. Los primeros habitantes del planeta comenzaron a dar explicaciones dentro de los fenómenos que observaron a interpretaciones mágicas. Lo anterior dio como resultado el primer paso a las explicaciones metafísicas de aquello que podía observarse, más no explicarse. 

Con el paso del tiempo, la metafísica se transformó en un vínculo más profundo entre el individuo que interpreta y la entidad que se desea interpretar. Se dio paso entonces al concepto de religión. En ánimos de poder vincular figuras antropocéntricas como origen del universo conocido y creado, las interpretaciones comenzaron a variar dependiendo la sociedad observada. Figuras como Odín para los nórdicos, Zeus para los griegos y Amón Ra para los egipcios se hicieron presentes como principales interpretaciones de los fenómenos no comprobables en la realidad de los colectivos mencionados. 

Uno de los elementos principales que forman el contexto es el comportamiento individual y colectivo. Las figuras religiosas son parte fundamental en la forja de este comportamiento. No cabe en la definición de coincidencia que Odín, dios principal nórdico, es la figura de un gran guerrero cuando este rol era fundamental para los colectivos de la época. Roma tomó como dios principal a Marte, reinterpretación de Ares, dios de la guerra de los pueblos helénicos. Arte, ahí en donde el Imperio Romano demostró supremacía en el clímax de su desarrollo. 

Durante la edad media las religiones monoteístas configuraron gran parte del mundo occidental, herencia cultural que en tiempos contemporáneos influyen en el actuar y modelado social. Luego entonces, podemos inferir que roles sociales como los de género tienen esta influencia.

La masculinidad tradicional occidental responde a una visión que tiene como base principal el modelo que propone e impone el judeocristianismo. Actualmente, con la deconstrucción de los modelos masculinos y una reconstrucción en las masculinidades diversas la misma imagen propuesta por las instituciones religiosas sobre el pensar masculino y femenino se ve en la necesidad de modificarse y adaptarse. El principal dirigente de la Iglesia Católica, el Papa Francisco, declaró varias veces la postura no discriminatoria hacia colectivos de la diversidad sexual y reivindicó el papel de la mujer en la Iglesia. Luego entonces, también el rol masculino o la misma identidad masculina sufre afectaciones por lo menos en su percepción y apropiación. Lo anterior como resultado de la modificación contextual. 

De acuerdo con Derrida, la deconstrucción se puede definir como el exorcismo de uno mismo (Borges de Meneses, 2013). Si analizamos la palabra exorcismo de manera etimológica encontraremos que significa estar sujeto a un juramento (Reyes, 1964). Es entonces el momento y época donde ese juramento que hemos tomado sobre lo que definimos como cierto y verdadero llega a la duda radical cartesiana. La masculinidad se encuentra en un proceso de reconstrucción donde las interpretaciones comienzan a complejizar los tótems que crearon en algún momento de acuerdo con la visión de Durkheim (1982).

En décadas anteriores los modelos varoniles rescataban eferversencias bélicas y fornidas como modelos de masculinidad idónea. No obstante, hoy en día se visibilizan elementos que vuelven dichos modelos cada vez más multifacéticos. Actualmente se discute sobre su orientación sexual o comportamientos cotidianos de personajes históricos, míticos y religiosos. Tales desmitificaciones dan otro tipo de herramientas al momento de configurar y entender qué es la masculinidad y cómo se apropia.  Llegó el momento de cuestionar, deconstruir y construir. Es momento de tomar los modelos que hemos apropiado y comenzar a pensar fuera de la caja. 

Referencias

Borges de Meneses, Ramiro Délio. “La deconstrucción en Jacques Derrida: Qué es y qué no es como estrategia”.Universitas Philosophica 30 (60). 2013. https://revistas.javeriana.edu.co/index.php/vniphilosophica/article/view/10788.

Durkheim, Émile. Las Formas Elementales de La Vida Religiosa. Akal Ediciones, 1982.

Ponce, Patricia. “Presentación. Masculinidades diversas”. Desacatos. Revista de Ciencias Sociales, n.º 16 (3 de julio de 2014): 7-9. https://doi.org/10.29340/16.1068.

Reyes, Alfonso. Obras Completas: Religión Griega/Mitología Griega. Fondo de cultura económica. 1964

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