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Religiosidad popular. Identidades indígenas coloniales y pentecostalismo

Dra. María Cristina Córdova Ugalde

Tanto la tradición indígena como la católica han sufrido cambios, que han obedecido a las necesidades contextuales y de supervivencia, cuyos mecanismos han sido la refuncionalización y asimilación de elementos nuevos y tradicionales. La religiosidad popular que se ha cohesionado dentro de la tradición mesoamericana colonial es el resultado de la interacción subjetiva y significativa en los contextos de cada comunidad y grupo indígena que se desarrolla mediante largos procesos de reinterpretación de su realidad debido a “las creencias respecto a los milagros, del uso de la imagen epónima [y] de los factores inherentes a las diversas concepciones construidas en torno a los arcaicos atributos hierofánicos y míticos”[1].

Aunado a lo anterior, hay otro fenómeno religioso que ha permeado la religiosidad indígena, como lo es el caso del protestantismo. Esta corriente cristiana ha estado presente en México desde el siglo XIX, aunque no es sino hasta la segunda mitad del XX que, a través del pentecostalismo, “un verdadero aluvión de grupos religiosos de tipo secta, conflictivos y anti-ecuménicos por definición, que en México invaden principalmente las áreas indígenas y rurales”[2]. Estas tradiciones han estado presentes en diferentes partes de la nación, como las comunidades del sureste, frontera norte y, a últimas fechas, en la zona de Michoacán.

A partir de la presencia de nuevas iglesias, los parámetros de la identidad religiosa en grupos indígenas se han abierto a nuevos campos de investigación e interpretación desde el entendimiento de los complejos procesos de ideologización actuales, y ya no como continuidad de creencias y prácticas “prehispánicas”.

El éxito de estos grupos cristianos “alternos” reside en el poder y “habilidad para oponerse a las ideologías opresivas [debido a que el pentecostalismo] está convencido de que la Biblia es la fuente de la sabiduría moral [y] puede oponerse a la autoridad”[3]. Esto ha encontrado un punto de convergencia con la religiosidad popular indígena pues tales fenómenos religiosos “no se circunscriben al aparato doctrinal o teológico; en su condición de representaciones colectivas”[4]; pues las expresiones espirituales y culturales resultantes obedecen a las necesidades sociales de cada comunidad, e incluso el medio natural también es una determinante para su conformación.

Para la región del municipio de Lerma (Estado de México), se pudo observar una influencia del pentecostalismo a partir de una variante del catolicismo, la Renovación Carismática[5], expresión cultural que da continuidad a la tradición y “contribuye a nuclear las identidades sociales frente a las colisiones propiciadas por la modernidad”[6]. Aquí, la ritualidad y la identidad se han articulado en torno a dos grupos “tradicionales” dentro de las comunidades: 1) las Mayordomías y 2) la Asociación del Divino Rostro; entendidas en el marco de la religiosidad popular como organizaciones comunitarias que sustentan sistemas de creencias específicos resignificados en distintos momentos históricos.

Las Mayordomías, si bien llevan a cabo prácticas católicas como el culto a santos y vírgenes, también mantienen como un mecanismo identitario y de integración el uso del sahumador, el saludo a los cuatro rumbos y las visitas a diferentes parajes, prácticas que vinculan a los participantes con prácticas de tradición mesoamericana rastreada desde la época colonial.

La Asociación del Divino Rostro, a diferencia de la Mayordomía, no depende de alguna institución religiosa; esto debido a que pese haberse llevado una asimilación cultural desde el siglo XVI, “las dinámicas de tránsito y síntesis cultural y el desarrollo local y regional de formas culturales específicas […], llevan a considerar las expresiones […] indígenas contemporáneas como universos nuevos”[7] que surgieron gracias a la selección, reformulación y apropiación de los elementos hegemónicos para crear un proyecto propio que respondiera a las necesidades contextuales del grupo subalterno. Las comunidades de Santa María Atarasquillo, San Lorenzo Huitzitzilapan, San Miguel Ameyalco, San Francisco Xochicuauhtla, Santiago Analco, San Gerónimo Acazulco, San Mateo Atarasquillo (en el municipio de Lerma), Jipilco (municipio de Temoaya), Santa Cruz Ayotuzco (municipio de Huixquilucan) y Cedro de las Manzanas (en la zona mazahua) han sido identificadas como poseedoras del culto al Divino Rostro, organizado a partir de las Asociaciones, algunas de las cuales conviven en las visitas a los santuarios. Sin embargo, el trabajo y adeptos que tienen provienen de los miembros de cada comunidad; no obstante, la Asociación de Santa María Atarasquillo ha sido reconocida como la “mesa principal” (altar). Ese reconocimiento implica que jerárquicamente es la más grande e importante de la región.


[1] Báez-Jorge, Félix. Debates en torno a lo sagrado: Religión popular y hegemonía clerical en el México indígena. Xalapa, Ver., México: Universidad Veracruzana, 2011. P. 125.

[2] Humberto, Ruz Mario, Garma Navarro Carlos y Universidad Nacional Autónoma de México. Instituto de Investigaciones Filológicas., eds. Protestantismo en el mundo maya contemporáneo. México, CMDX: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filológicas, 2005. P. 7

[3] Suárez, Yolanda Lastra de. Los otomíes: Su lengua y su historia. México, D.F: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Antropológicas, 2006. P. 385

[4] Báez-Jorge, Félix. Debates en torno a lo sagrado: Religión popular y hegemonía clerical en el México indígena. Xalapa, Ver., México: Universidad Veracruzana, 2011. P. 105.

[5] Corriente del catolicismo surgida en agosto de 1966 en la Universidad de Duquesne en Pittsburgh (Pennsylvania), Estados Unidos. Esta corriente busca reavivar los dones del Espíritu Santo derramados por Dios sobre su Iglesia y sus prácticas se asemejan a las realizadas en los servicios. Aunque se sabe que la llegada de esta organización a México fue el 20 de noviembre de 1970, y que el primer congreso se realizó en diciembre de 1971, No hay reporte de cómo ingresa dicho movimiento al municipio de Lerma.

[6] Báez-Jorge, Félix. Olor de santidad: San Rafael Guízar y Valencia: articulaciones históricas, políticas y simbólicas de una devoción popular. Universidad Veracruzana, 2006. https://doi.org/10.25009/uv.282.1401 . Pp. 46-47.

[7] Báez-Jorge, Félix. Debates en torno a lo sagrado: Religión popular y hegemonía clerical en el México indígena. Xalapa, Ver., México: Universidad Veracruzana, 2011. P. 211

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