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La Wicca ¿un espacio espiritual de inclusión sexogenérica?

Manuel Teofilo Andrade Lobaco[1]

El cimiento de la cosmovisión de la Wicca es la lectura de todo en clave de polaridades. Sus prácticas se basan en la polaridad sexual de la Gran Diosa –figura principal– y el Dios Astado, representado en las “energías masculinas y femeninas mediante una dinámica heterosexual”[2]. Esto es primordial para la práctica ritual y el desarrollo personal y espiritual. Estas características de su cosmogonía son herederas del hermetismo, pues ven al microcosmos físico y visible en conexión con el macrocosmos sagrado: “como es arriba, es abajo”[3]. Así, el cuerpo es la representación “micro” de la tierra, la cual es, a la vez, la representación del universo. Entonces, el mundo físico es un espejo del divino, pero están separados y la forma de conectarlo es mediante el ritual. Por esto, la praxis de rituales mágicos es fundamental en la Wicca.

Cuando la Wicca nació en el Reino Unido, en las décadas de 1950 y 1960, se veía a las energías femenina y masculina como distintas y complementaria y, por lo tanto, seguían roles de género rígidos y heteronormativos pues, como se ha mencionado, la polaridad sexual resulta esencial para la adoración y la magia[4]. Esto se comenzó a modificar cuando la Wicca llegó a Estados Unidos entre 1961 y 1967, gracias a Raymond Buckland; fue en este país en el que se comenzó a impregnar de la narrativa feminista[5]. Muchas mujeres, gays y lesbianas se sintieron atraídos y atraídas por la afirmación que se le da a la corporalidad. Sin embargo, comenzaron a descartar la heteronormatividad.

Hoy en día, una de las características más reconocidas en la Wicca es su revaloración a la feminidad y al papel de la mujer. La brujería neopagana, como la Wicca, es vista como una “espiritualidad feminista” opuesta a las religiones patriarcales como el islam o el cristianismo[6]. En general, su postura es contraria al patriarcado ya que se ha legitimado a las mujeres y, en muchos casos, a la población LGBTTIQ+. Hoy en día y para muchos grupos, las sexualidades no heterosexuales monogámicas son vistas como prácticas sanas[7]. No obstante, esto no ha estado exento de debate y diversidad de perspectivas.

Aurora Fernández propone que, a pesar de apoyarse en movimientos a favor de la liberación sexual y de haber reivindicado la figura femenina, este movimiento cae en tres contradicciones y ambivalencias[8]. Una de ellas es la narrativa que continúa moviéndose en términos binarios y mantiene estereotipos de género sobre las mujeres y los hombres. La segunda es la universalización de la imagen de la mujer caucásica occidental y oprimida. La tercera, el carácter claramente heterosexual de buena parte de la praxis ritual wiccana.

Esto resulta irónico ya que, si bien han existido controversias en algunos círculos exclusivos de mujeres sobre la inclusión o no de hombres o de mujeres trans[9], muchos círculos Wicca resultan en un espacio de inclusión para toda la diversidad sexual. En diferentes grupos Wiccas estudiados en la Ciudad de México, la mayoría de las asistentes son mujeres. Los hombres son una minoría y, de estos, en su mayoría son personas “de la comunidad LGBTTTI”[10]. Es decir, personas que históricamente han sido rechazadas por el cristianismo, la religión hegemónica del país, por ser consideradas personas cuya sexualidad es pecaminosa. Por su parte, muchos hombres wiccanos se ven a sí mismos como desafiantes de las normas de la masculinidad. No obstante, también hay una diversidad de posturas sobre el género por parte de ellos[11].

Como reflexiones finales, podemos ver que en muchos contextos, la Wicca ofrece un espacio espiritual y de praxis mágico ritual en donde la disidencia sexogenérica es aceptada. No obstante, la diversidad de este movimiento a nivel global presenta diferentes perspectivas y experiencias sobre la espiritualidad y las experiencias sexuales y de género.


[1] Antropólogo social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Doctorando en antropología por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social Ciudad de México. Traductor inglés – español con experiencia en textos de ciencias sociales. Sus investigaciones se han centrado en el fenómeno religioso, diversidad sexual, ritualidad y masculinidades. Actualmente es docente en la ENAH a nivel licenciatura.

[2] Susan Greenwood “The Nature of the Goddess”, en Brian Morris, Religión y antropología. Una introducción crítica. (Madrid: Akal, 2009), 256.

[3] Aurora Fernández Tabernilla, Creencia, identidad y praxis ritual en la Wicca: el camino espiritual hacia la transformación personal. Tesis doctoral en Ciencias de las Religiones. (Madrid: Universidad Complutense de Madrid, 2019), 210.

[4] Christine Hoff Kraemer, “Gender and Sexuality in Contemporary Paganism”, Religion Compass, 6, no. 8 (2012), 390-401 https://doi.org/10.1111/j.1749-8171.2012.00367.x

[5] Fernández Tabernilla, op. cit.

[6] Brian Morris, “El neopaganismo y el movimiento new age”, en Religión y antropología. Una introducción crítica. (Madrid: Akal, 2009), 245.

[7] Christine Hoff Kraemer, op. cit.

[8] Fernández Tabernilla, op. cit.

[9] Christine Hoff Kraemer, op. cit., 396.

[10] Belén Citlali Hermosillo Jaramillo, “La Wicca como religión emergente en México: Círculo Wicca de México”. Tesis de maestría en Investigaciones Sociales y Humanísticas. (Aguascalientes: Universidad Autónoma de Aguascalientes, 2016), 140.

[11] Christine Hoff Kraemer, op. cit.

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