Karen Ivonne Jiménez Arreola
Para el historiador ruso Arón Gurévich, la “transición de la máscara teatral [concepto de persona] a la personalidad moral que posee la unidad interior tuvo lugar en el cristianismo. Porque fue entonces cuando la persona adquirió un alma, vista como la base de la individualidad humana y el núcleo indestructible y metafísico de la persona”.[1] Durante los siglos XIV y XV, tales procesos de individualización fueron todavía más marcados e, inclusive, salieron del ámbito universitario y clerical, esencialmente masculino y latino. Ejemplos de ello son las voces de la escritora bajomedieval Christine de Pizan (1363-1430), y la mística de Bishop’s Lynn, Margery Kempe (1373- después de 1440).
Antes de mencionar de qué manera la fe de ambas mujeres les permitió navegar, al menos de manera narrativa, un proceso de individualización, es necesario describir brevemente quiénes fueron estas importantes mujeres de la Baja Edad Media a uno y otro lado del Canal de la Mancha. Es así como se tiene registro de que Christine de Pizan nació en Venecia en 1363 y vivió la mayor parte de su vida en París como escritora de la corte Valois. La propia autora designó la muerte de su esposo y de su progenitor como el punto de inflexión en su vida, puesto que dichos sucesos la llevaron a buscar nuevas formas de subsistencia. En consecuencia, fue la escritura el medio que ocupó para solventar sus necesidades y para defender sus ideas concernientes a la política y a la sociedad de su época. Al respecto de Margery Kempe, se sabe que se casó a sus veinte años con John Kempe, un burgués que fue elegido chambelán de Bishop’s Lynn en 1394. Durante su matrimonio tuvo catorce hijos, y fue después del parto del primero cuando comenzó su conversión, la cual se narra en la obra intitulada The Book of Margery Kempe, dictado por la propia Margery a dos escribanos alrededor de 1432-1436.
Ahora bien, durante el periodo bajomedieval, determinadas personas contaron con diversas herramientas y condiciones que viabilizaron ciertos procesos de individualización que, en gran medida, se debieron a la teología moral, la confesión sacramental, la labor de los frailes urbanos, la textualización de la sociedad y la laicización de los saberes y espacios de poder. En los siglos XIV y XV, la forma de experimentar el cristianismo atravesó un proceso de interiorización, en el cual el aspecto moral se antepuso al ritual, pues cobró mayor relevancia la toma de conciencia de la Salvación personal y de la culpa individual sobre la práctica mecánica de la experiencia litúrgica. Dicho proceso de interiorización estuvo presente en la mayoría de los diferentes cristianismos, especialmente en aquellos movimientos de renovación, tanto dentro de la ortodoxia como fuera de ésta. Tanto la teología moral como el sacramento confesional influyeron en una espiritualidad más personal y consciente basada en una auto-vigilancia y una auto-examinación.
En ese sentido, Christine de Pizan intentó insertarse en la arena de los discursos políticos de su época y establecerse como autora, lo que otorgó autoridad a sus escritos y así sus consejos permearon en la realidad que vivió. Ello lo hizo a través de una disertación verosímil basada en sus experiencias vitales, en su talento y conocimiento, y en la elección de la alegoría de Dama Filosofía/Teología para que fuese su testigo y mensajera dentro de algunas de sus obras más icónicas, como L’Advision Christine (1405), narración de un viaje onírico, durante el cual la propia autora es guiada por tres alegorías (Dama Libera, Dama Opinión y Dama Filosofía/Teología) para consolarla por las tribulaciones que han sufrido tanto ella como el reino de Francia dentro del marco de la Guerra de los Cien Años.
El caso no fue distinto para la devota inglesa Margery Kempe, quien con ayuda de dos escribas elaboró el libro de su propia vida, The Book of Margery Kempe. Tal obra no sólo fue la descripción de sus acciones piadosas y experiencias místicas, sino la develación de su “verdad” interior, parte de la construcción narrativa de individualidad. También procuró otorgar a su discurso un carácter de verosimilitud basada en la autoridad de la Divinidad y del Verbo, dado que su vida se basó en el camino a la Salvación. Buscó darle al recorrido de su vida una voz que pudiese insertarla dentro de la tradición hagiográfica.
Por todo ello, la espiritualidad no debe entenderse como una cuestión pasiva, sino como experiencia activa, pues a través de ella se propicia la reflexión retro e introspectiva sobre pensamientos, acciones, vivencias, decisiones y trayectorias vitales. Del mismo modo, la actitud valiente de estas mujeres del pasado, que lucharon por insertar sus nombres e historias dentro de una tradición en su mayoría masculina, inspiran a cada una de nosotras a no flaquear en la búsqueda de libertad e igualdad en la sociedad de hoy.
[1] Gurévich, A. J. (1972). Categories of Medieval Culture, Londres: Routledge & Kegan Paul. P.. 296.