Por David Vilchis
Cuando el papa León XIV fue elegido, asumió el pontificado con una triple carga: promesa, compromiso y reto por la unidad de una Iglesia profundamente dividida por visiones morales y teológicas, por no decir ideológicas. Uno de los terrenos donde esta fractura se hace más visible es, sin duda, el de la moral sexual. Entre todas las discusiones posibles, hay una que ha sido especialmente explosiva: la de las bendiciones a parejas del mismo sexo. Herida para unos, esperanza para otros, es una cuestión que el nuevo pontífice no puede ignorar, pero que será reflejo del curso que tomará la Iglesia.
La noticia que vuelve a encender el debate llegó cuando el cardenal Víctor Manuel Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe elegido por el papa Francisco y confirmado en su cargo por el papa León XIV, aseguró públicamente que el nuevo pontífice no tiene intención de derogar ni modificar Fiducia Supplicans, la declaración publicada en diciembre de 2023 que abrió la puerta a la bendición de parejas homosexuales. “No me parece que vaya a acabar en un cajón; la declaración se mantiene”, afirmó Fernández con firmeza.
La polémica se avivó con las declaraciones del cardenal Fridolin Ambongo, presidente de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM), quien ha expresado sin rodeos sus reparos ante estas temáticas: problemas doctrinales y teológicos, y acusación de querer imponer un problema europeo, ajeno a las preocupaciones pastorales africanas. Además, según Ambongo, su crítica no es una excepción aislada, sino que muchos episcopados del Sur Global comparten esa percepción.
Particularmente, llama la atención que su arenga se basa en un viejo tropo: en varios contextos no occidentales el reconocimiento de los derechos de las personas homosexuales se sigue leyendo como una imposición occidental, blanca y liberal, poniendo a la población LGBT+ en un predicamento adicional al considerar su identidad sexual como una traición a la identidad cultural (Van Klinken, 2015). Peor aún, esta narrativa no solo vulnera a quienes intentan vivir su fe sin ocultar quiénes son, sino que también refuerza discursos y legislaciones que criminalizan y ponen en riesgo su vida.
Desde su publicación, Fiducia Supplicans ha tenido aplicaciones muy distintas según la región. Algunas Iglesias, como la alemana, han asumido abiertamente su espíritu permitiendo las bendiciones a todas las personas integrantes de la comunidad católica LGBT+ o generando recursos pastorales para su aplicación. En contraste, conferencias episcopales, como la africana, han estado en constante negociación desde que salió la declaración. Si bien lograron que el mismo Dicasterio reconociera la necesidad de una recepción más lenta según el contexto pastoral, no consiguieron su objetivo de suspender su aplicación en África.
En medio de estos polos, existen múltiples caminos intermedios. Lo cierto es que —como ha ocurrido con movimientos, como el ecológico— cuando el Vaticano respalda algo, le otorga legitimidad, lo fortalece y da impulso a muchas iniciativas que ya venían gestándose. La pastoral de la diversidad sexual que hoy florece en distintas diócesis no es un invento de Roma, es el fruto del testimonio perseverante de creyentes LGBT+ que, desde hace décadas, han caminado con fe y resistencia en todos los rincones del mundo.
En medio de la polémica, hay quienes quisieran que el papa León XIV “aboliera” el documento y diera marcha atrás, mientras que otros lo ven demasiado tímido y piden pasos más decididos hacia una reforma estructural. Pero, entender por qué la Iglesia se mueve —o no se mueve— como lo hace, requiere mirar más allá de los titulares. Aquí resulta útil un concepto tomado de las ciencias sociales y económicas: el path dependency. En pocas palabras, se refiere a cómo las decisiones tomadas en el pasado condicionan las posibilidades de acción en el presente. Cuanto más se camina en una dirección, más costoso y complejo se vuelve desviarse.
Este concepto ayuda a explicar cómo los cambios en las instituciones son el resultado del entramado de las decisiones de los actores que van conformando una trayectoria. Aplicado a la Iglesia, pensemos en Humanae Vitae, la encíclica de 1968 que provocó gran polémica al interno de la Iglesia porque establecía una postura rígida ante la moral sexual, donde antes había margen para la discrecionalidad (Komonchak, 1978). Aquella decisión no solo marcó un hito, sino que reforzó un camino doctrinal que se extendió a temas como la homosexualidad.
Aunque el magisterio condenó los actos homosexuales, mantuvo cierta ambigüedad pastoral basada en el respeto a la dignidad. En la Declaración sobre algunas cuestiones de ética sexual de 1975, la Congregación para la Doctrina de la Fe introdujo la distinción clave entre los actos homosexuales moralmente inaceptables y la “tendencia” o “condición” homosexual, que en sí no constituía un pecado. Sin embargo, ante lo que consideraron interpretaciones “excesivamente benévolas”, la Congregación precisó en su Carta a los obispos sobre la atención pastoral a las personas homosexuales de 1986 que tal inclinación debía entenderse como “objetivamente desordenada”. Aun así, el Catecismo de la Iglesia Católica de Juan Pablo II sostuvo que las personas homosexuales “deben ser acogidas con respeto, compasión y delicadeza” y que “todo signo de discriminación injusta” debía evitarse.
Fue justo sobre esa franja ambigua donde el papa Francisco articuló una propuesta de acompañamiento pastoral a las personas LGBT+, interpretada por muchos no como continuidad, sino como ruptura. De ahí que Fiducia Supplicans, aunque técnicamente no cambie la doctrina, haya provocado una reacción visceral, incluso en sectores que antes se consideraban moderados. Pues cuando una institución ha recorrido un largo trecho en una dirección, hasta los matices pueden parecer terremotos.
Siguiendo la lógica del path dependency, derogar o revertir el magisterio en moral sexual del papa Francisco sería una decisión costosa, incluso al contar con el respaldo de sectores tradicionalmente poderosos dentro de la Iglesia. Los diferentes grados de aceptación, visibilidad y aplicación que ya se han dado en diócesis y conferencias episcopales de todo el mundo han generado una inercia difícil de revertir sin provocar rupturas aún más profundas. Al mismo tiempo, el tema sigue siendo una de las principales fuentes de tensión con sectores tradicionalistas a los que León XIV ha intentado acercarse con gestos de reconciliación. Por eso, resulta poco probable que el papa se pronuncie de manera contundente sobre este punto en el corto plazo. Hay dos escenarios posibles: uno en el que simplemente guarde silencio y permita que cada iglesia local aplique la declaración según su propio discernimiento pastoral; y otro, más preocupante en mi opinión, en el que emita una aclaración restrictiva —al estilo de la carta a los obispos de 1986— que mantenga la ambigua oposición de la cuestión. Por ahora, no queda más que observar con atención sus próximos pasos porque, aunque algunos aún lo nieguen, en estos temas la Iglesia ya está en movimiento.
En cualquier caso, sería un error seguir enfocando el lente únicamente en las decisiones que emanan del Vaticano o de la jerarquía eclesiástica. Mientras se discuten documentos y se tejen declaraciones en los altos niveles, lo cierto es que, desde hace años, católicos LGBT+ de todo el mundo sostienen con valentía su lugar dentro de una Iglesia que, doctrinalmente, los sigue colocando en una posición incómoda: mantiene discursos condenatorios y, en muchos casos, respalda implícita o explícitamente sistemas ideológicos que atentan contra su dignidad.
Frente a ese panorama, han florecido redes de apoyo, acompañamiento y acción pastoral que nacen desde abajo y que muchas veces suplen el vacío dejado por quienes se niegan a pastorear a las ovejas arcoíris. Organizaciones como Global Network of Rainbow Catholics o el Forum of LGBTI+ Christian Groups articulan esfuerzos a nivel internacional, mientras que, en los ámbitos regionales, nacionales y locales, una pluralidad de asociaciones sigue generando espacios de fe, pertenencia y justicia. Sosteniendo con su actuar la fe, la esperanza y el amor cristiano en medio del silencio o el rechazo institucional.
Un ejemplo especialmente revelador de este compromiso desde abajo es el caso italiano, donde la cercanía física y simbólica con Roma imprimen un peso singular. Allí, bajo el amparo del Progetto Gionata, diversas asociaciones han tejido una red articulada y visible de creyentes LGBT+. Pese a desarrollarse bajo un régimen de tolerancia parcial donde históricamente han sido acogidos veladamente en sus parroquias, han logrado abrir espacios de oración, reflexión y encuentro (Arnone, 2018). Sin subvertir la institución desde fuera, han transformado varias comunidades desde dentro con paciencia y esperanza, apostando por reconciliarse con la Iglesia (Arnone, 2018), reivindicando en ese acto —tan íntimo como político— su dignidad como hijos, hijas e hijes de Dios.
México no se queda atrás. En un contexto eclesial considerablemente más hostil que el italiano, también han surgido —y resistido— colectivos católicos LGBT+ que, con profunda fe y perseverancia, reclaman su lugar dentro de la Iglesia. Grupos como el Colectivo Teresa de Cepeda y Ahumada, Otro Rebaño, Comunidad Efetá, Comunidad Católica Vino Nuevo, Comunidad Ruah o el capítulo México de la Red Católica Arcoíris, por solo mencionar algunos, trabajan desde hace años en el acompañamiento espiritual y en la construcción de comunidades inclusivas. Cada uno desafía la exclusión y la violencia tanto eclesial como social. En próximas entradas nos detendremos a explorar con más detalle estas experiencias, tanto en Italia como en México. Por ahora, baste recordar una cosa: más allá de los documentos, de los silencios o de las tensiones eclesiales, hay creyentes que, tal y como sucedía con los primeros cristianos que eran locura para unos y escándalo para otros, (1 Cor 1:23) con creatividad y fidelidad siguen construyendo Iglesia desde los márgenes.
Referencias
Arnone, Giuliana. 2018. “Percorsi di riconciliazione e tattiche di inclusione dei gruppi LGBT cattolici all’interno della Chiesa in Italia. Riflessione a margine di una ricerca etnografica.” EtnoAntropologia 6 (1): 141–164. https://doi.org/10.1473/ea.v6i1.279
Brockhaus, Hannah y Valentina di Donato 2025. “Cardenal Ambongo: Oposición a bendiciones a parejas del mismo sexo no es excepción africana.” ACI Prensa, 1 de julio de 2025.
Gurpegui, Jaime. 2025. “Tucho desafía a León y le pone entre la espada y la pared.” InfoVaticana, 6 de julio de 2025.
Komonchak, J. A. (1978). Humanae VITAE and its Reception: Ecclesiological Reflections. Theological Studies, 39(2), 221-257. https://doi.org/10.1177/004056397803900201 (Original work published 1978)
Malavia, Miguel Ángel. 2025. “Una diócesis alemana abre el espíritu de ‘Fiducia supplicans’ y ofrece bendiciones a las personas transexuales.” Vida Nueva Digital, 11 de julio de 2025.
Van Klinken, Adriaan S. 2015. “Queer Love in a ‘Christian Nation’: Zambian Gay Men Negotiating Sexual and Religious Identities.” Journal of the American Academy of Religion 83 (4): 947–964. https://doi.org/10.1093/jaarel/lfv073
Excelente iniciativa de difusión y discusión sobre este tema vital. Los seguiré leyendo!