Edgar Eduardo Delgado Guerrero[1]
Impone el ambiente local una mezcla entre fe, costumbre y tradición en donde la semana santa se esperaba más como ritual comunitario, que como descanso escolar.
La anticipación del tiempo precede a la temporalidad y el sentimiento. Empiezan a correr los aires por las parcelas, las jornadas agrícolas y los quehaceres en los hogares llevan un misticismo inconsciente que se une con la fe y la convivencia familiar.
Desde las grandes generaciones hasta las que empiezan a vivir y explorar el mundo, todos se unen en este entorno comunitario, similar y único en cada localidad. Aunque las festividades se llevan con el mismo calendario, cada espacio habitado realiza una interpretación acorde a sus posibilidades, dando un significado divino a imágenes, lugares y horarios.
Un hogar pequeño suele crecer en dimensiones de su interior; las familias nucleares pasan a ser extensas; parientes que se alejaron por cuestiones laborales, estudiantiles o por mejorar su calidad de vida, se reencuentran; viejos amigos de infancia, aquellos que se vieron crecer, se reúnen para compartir su historia de vida, penas, alegrías, sueños, así como para recordar aquellos que ya no están en este mundo.
La gastronomía y la fe invaden el ambiente, los olores de la comida, el pan, las oraciones, las distintas devociones, orígenes de cada conmemoración en la semana mayor tienen una narrativa según su historia, que es la que se transmite de generación en generación.
Los infantes escuchan maravillados la narrativa, dejando volar la imaginación y con ansias de comer, jugar y reír, aunque la abuela lo prohíba por ser tiempo de guardar.
Para los jóvenes, la narrativa es más un espacio de socializar con familiares, amigos y vecinos, pues el compartir el pan y la sal en esos días “une más al pueblo”. Se escuchan oraciones que fueron aprendidas años atrás mientras se ve a la tarde como el ideal utópico de bienestar.
Son los mayores quienes suelen llevar el mando de las festividades en los hogares y en los templos, haciendo las cosas como las hacían sus padres, y los padres de su padres, devociones actuales con raíces que llegaron desde un pasado generacional aprendido de manera oral de un personaje viajero u olvidado por los años, tradiciones que a su vista transmiten la fe que se debe tener en la vida, los hilos de plata que tienen en su cuerpo les dan la facultad de ser voz profética en un tiempo santo.
[1] Es licenciado en Trabajo Social, egresado de la Universidad Juárez del Estado de Durango en 2016, ha realizado pequeños proyectos para la recuperación de la identidad cultural de su localidad, es creativo, persistente, desde la infancia tuvo interés por el tema de las costumbres y tradiciones de la localidad, además de un acercamiento al acervo oral de la región.